Volvemos a recuperar esta sección que teníamos un poco abandonada para hablar de una aldea desconocida para el gran publico pero que tienen una leyenda negra. Tanto es asi que le llaman la aldea maldita
Más allá de la aldea de Abuín, en la parroquia rianxeira de Leiro, al otro lado del núcleo de viviendas, se oculta desde hace más de cuatro siglos una leyenda negra.
Sólo el silencio habita en las cinco casas en ruinas de la antigua aldea, condenada al olvido en el lugar más hondo del pueblo.
Estas casas, protegidas por un bosque tan hermoso como misterioso, guardan el secreto de la aldea maldita de Abuín.
En 1598 llegó a las Rías Baixas un barco procedente del País Vasco. A bordo, uno de los mayores enemigos que ha tenido la humanidad. Un arma mortal que muchos años después, en el siglo XX, durante la Segunda Guerra Mundial, se empleará incluso como arma biológica : la peste negra.
Existe una leyenda que data de los siglos XIV o XV, cuando la “Peste Negra” arrasaba Europa, diezmando su población. Se piensa que causó la muerte de más de veinticinco millones de europeos, pero esta leyenda en cuestión se centra en una pequeña aldea de Galicia, conocida como Abuín, perteneciente a la parroquia de Leiro en la provincia de Coruña.
Se encuentra en la demarcación de Rianxo, localidad mucho más conocida.
En esa época comenzaron a propagarse rumores sobre un fabuloso tesoro escondido procedente del saqueo de un monasterio cercano a esta pequeña aldea, el Monasterio de Armenteria,e incluso se llegaba a afirmar que existía un fabuloso botín enterrado por los pueblos nórdicos tras sus incursiones.
Muchos de los lugareños consideraron que los ladrones del tesoro del Monasterio habían cometido sacrilegio y que las iras divinas se cebarían sobre ellos.
Se hablaba también de otra extraña maldición para todo aquel que recogiera un cáliz (para otros, un casco de oro finamente labrado) que le sería arrojado por un cura.
Probablemente, y al igual que muchas de las leyendas que aún hoy se transmiten de boca en boca, nada de esto fuera cierto, pero las largas noches de invierno alimentaban estas creencias por el gran respeto y temor que sentían hacia el Más Allá.
Lo cierto es que Abuín se transformó en una aldea maldita al sufrir en sus carnes la virulencia de la Peste Negra, totalmente extendida por la península Ibérica.
Tras la muerte de muchos de sus habitantes, los que sobrevivieron, estaban horrorizados pensando que la causa de sus males tenía procedencia divina como castigo por la profanación del tesoro religioso robado en Armenteira, y comenzaron a huir de aquel terrible lugar, al que comenzaron a considerar como una aldea
maldita.
Hay que tener en cuenta los precarios medios de la medicina de aquella época y la ostensible virulencia de la Peste Negra que actuó de forma atroz, provocando la muerte rápida en un tercio de la población en el mejor de los casos. Los lugareños no tuvieron duda alguna de que el infortunio se encontraba en el interior de la aldea, por lo que trataron de abandonarla con rapidez, no sin antes dejar, tal como se constata en lo que debió ser la calle principal que cruzaba el pueblo, unas marcas que se han relacionado como los avisos para todo aquel que osara poner los pies en su interior. Lo que probablemente no sabían, o no querían saber, es que la Peste Negra llegó a la zona a través del puerto de O Grove en algunas naves de carga procedente de los países europeos ya muy afectados por la enfermedad, quizá a caballo entre los siglos XIII y XIV, extendiéndose por la comarca como un reguero de pólvora.
Hoy en día, todavía pueden verse los muros de tres viviendas y los suficientes restos de piedras de construcción desperdigadas en el entorno que dan idea clara de la existencia de otras viviendas.
Para llegar a Abuín hay que tener conocimiento de su existencia y una idea aproximada de su ubicación, ya que no se llega con coche y es necesario caminar y adentrarse en el monte, poblado de árboles que apenas dejan intuir lo que protegen.
Las silvas, típicas plantas de los montes gallegos, provistas de abundantes y fuertes espinas, las hiedras, árboles, arbustos y una gran maleza, ocultan y protegen los restos de este poblado maldito.
Dada la precariedad de medios de los habitantes de la aldea maldita, no tenían grandes posibilidades de huir muy lejos. Sus posesiones y sus tierras estaban ubicadas allí, y de ellas malvivían. Su extraña huida no les condujo mucho más lejos de las últimas paredes de las casas del pueblo. Se asentaron de nuevo, algunos construyendo sus nuevas viviendas casi pared con pared de las que consideraban malditas, pero con el tímido convencimiento de que el meigallo que acabó con la vida de aquel lugar, no saldría del entorno de la aldea.
Decir que todo lo comentado va en relación con la vieja aldea de Abuín, pero hoy en día muy próxima a ésta, tenemos la nueva aldea de Abuín, en la que viven sin ningún tipo de problema un buen puñado de vecinos.
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